martes, 28 de mayo de 2013

Neovilt, la leyenda romántica

Todas las sociedades tienen la necesidad de creer en un mito fundacional que les dé razón de ser.  Para los mexicas fue el momento en que Huitzilopochtli los llamó a la peregrinación para establecerse en el centro de lo que hoy es México. Israel toma el nombre de su fundador: Jacob que, una noche, al trabar una lucha con ángel y, derrotándolo, lo detiene de una pierna hasta que amanece y el Ángel lo amenaza y le cambia el nombre por “Israel”.

Magdalena, hoy municipio del estado de Jalisco y cuya fundación real se pierde en los anales del siglo XVI no es la excepción.  Un pueblo que sobrevive entre la decadencia, la quiebra y la opulencia  oscilando rápidamente entre una y otra; ubicado en la confluencia de los caminos que llevan de paso a Guadalajara, su capital y la costa norte del Pacífico mexicano. En un momento dado de su historia, en la encrucijada de la catástrofe que casi lo extermina, Vicente Ceseña, amalgama historias y narraciones de otros lugares para darle un mito fundacional al pueblo pasto de la guerra revolucionaria y mermado por la epidemia de influenza española.

Entre los cadáveres de los apestados que se apilaban en los descansos de los cementerios  surgió el desesperado intento por darle una razón de ser a un pueblo que amenazaba con despoblarse.  El tejido social se había degradado y el juego de los nuevos estratos sociales tiraba a los viejos para ubicar a los nuevos.  El robo, el saqueo y el timo estaban a la orden del día.

Entró en escena Neovilt, hija del “valeroso cacique Goaxícar” (también de dudosa existencia).  Allá por unas fechas lejanas y desconocidas del siglo XVI, la “princesa” habría tenido contacto con los franciscanos de la primera hora.  Pese a toda la insistencia paterna, Neovilt se convirtió al catolicismo y fue bautizada como “Magdalena” (Según Tello también Goaxícar se habría bautizado falsamente).  Posteriormente, en uno de los tantos alzamientos indígenas, Neovilt-Magdalena fue asesinada por su propio pueblo al negarse a abjurar de su fe católica y por ello, el antiguo pueblo de Xochiltepec tornó su nombre a Magdalena.

El relato, lleno del romanticismo propio del siglo XIX y todavía en boga a principios del XX en México, no resiste ningún somero análisis.  Primero, el documento escrito y base de la historiografía del occidente mexicano “La crónica miscelánea d la Sancta Provincia de Xalisco” de fray Antonio Tello no menciona a ninguna princesa ni a los hijos de Goaxícar pero menciona una Magdalena en Jamay.  Luego hemos de considerar que la obra de  Tello fue escrita casi 150 años después de que los hechos de la conquista habían acaecido. 

De haber existido la tal princesa con toda seguridad hubiera sido enviada a España o la hubieran obligado a contraer matrimonio con alguno de los conquistadores europeos tal cual era la costumbre para afianzar la tierra por medio de la herencia.  Si la tal princesa hubiera existido y hubiera sido asesinada por causa de su fe católica se convertiría, inmediatamente en mártir, es decir que, al unir a sus sufrimientos y muerte a los sufrimiento de Cristo y por el grado heroico de su fe, entraba inmediatamente  a la senda de la canonización y nada de eso sucedió.  Gómara, Tello, Motolinía y los historiadores del siglo XVI daban importancia capital a los mártires, sobre todo indígenas de cualquier rincón del Nuevo Mundo y ninguno de ellos menciona el sacrificio de una princesa Neovilt.

Hasta entrado el siglo XVIII las órdenes religiosas tenían por costumbre hacer sus propios cánones y martirologios, una especie de calendario que recordaba a cada uno de sus mártires o de los laicos que habían alcanzado fama de santidad o el martirio en los lugares por ellos administrados.  En ninguno de los cánones franciscanos, quienes administraron la parroquia de Magdalena desde su erección en 1596, mencionan a la princesa Neovilt, hija de Goaxícar, llamada Magdalena muerta por odio a la fe católica.

Los pocos pueblos que habitaban el noroccidente mexicano, entre ellos Magdalena, practicaban la poligamía y una libertad sexual que escandalizó a los franciscanos e hizo de las delicias de los europeos del virreinato.  Aún hoy, las costumbres sexuales de los pueblos mesoamericanos podrían poner los pelos de punta a las puritanas conciencias de algunos ciudadanos del siglo XXI.  Por lo que, una hija de un señor indígena (tlatoani o cacique) no tenía mayor importancia en el linaje a excepción de que hubiera sido la depositaria del poder y si este hubiera sido el caso de Neovilt, las crónicas de la época la hubieran mencionado o tuviéramos datos acerca de la encarnizada lucha librada por los europeos para desposarla baste recordar a la cacica de Tonalá por volver a la dudosa fuente de Tello.

Por último el vocablo “Neovilt” tan fuera de tono en las lenguas del occidente mexicano porque no concuerda, en mis cortos conocimientos, con el nahúatl, el coca, el teco o alguna lengua indígena de la época.  He de aceptar que habrá que indagar en los largos, minuciosos y maravillosos diccionarios que nos legaron los eruditos del siglo XVI de esas lenguas para ver si de entre ellos surgiera alguna raíz prehispánica de tal nombre. 

“Neovilt” pareciera haber sido arrancado del vocablo español “neófito” que significa por lo menos, “nuevo en algo” y se usa para designar a los nuevos creyentes en una fe y en el catolicismo para designar a los recién bautizados pero adultos.  De “Neófito” a “Neovilt” notémoslo, el camino no es largo.


Pero no desesperemos por encontrar ese mito fundacional sobre la sangre de los mártires.  Hacía 1541 La Magdalena, Etzatlán, Hostotipaquillo, Ahualulco, San Juanito de Escobedo y Ameca tuvieron su simiente de sangre en cuatro franciscanos asesinados por odio a la fe, mártires de pura cepa reconocidos por la Santa Sede como siervos de Dios y cuyos restos, hoy en día, descansan en el presbiterio de la parroquia de Etzatlán a la espera de que, en un arrebato de conciencia histórica, la catolicísima grey de los actuales valles de Jalisco proponga a la Santa Sede su elevación a los altares en la lista de los santos.

BIBLIOGRFÍA
-TELLO, FR. ANTONIO, CRÓNICA MISCELÁNEA DE LA SANCTA PROVINCIA DE XALISCO, UNED-JALISCO, 1988
-LOPEZ DE GOMARA, FRANCISCO, HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MÉXICO
-O´GORMAN, EDMUNDO, EL LIBRO PERDIDO, ENSAYO DE RECONSTRUCCIÓN DE LA OBRA EXTRAVIADA DE FRAY TORIBIO MOTOLONÍA
-PONCE MIRANDA, GABRIEL, lA MAGDALENA QUE YO RECUERDO,, UNED-JALISCO, 1986
-DE MENDIETA, FR. GERÓNIMO, HISTORIA ECLESIÁSTICA INDIANA, CBCA, MÉXICO, 1999
-SUAREZ DE PERALTA, JUAN, NOTICIAS HISTÓRICAS SOBRE LA NUEVA ESPAÑA,

La fotograf{ia ha sido tomada del stio www.foro-mexico.com
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